El recorrido del joven Ernesto Guevara por la zona norte de Argentina
2014.05.01. 21:34
Motivado por el ansia de conocer y con más sueños y voluntad que recursos, el joven Ernesto Guevara emprende el primero de enero de 1950 con una bicicleta a la que le adapta un motor, un recorrido que lo llevaría por distintas provincias de la zona norte de Argentina. En ese momento era estudiante de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.
Cuando comunica a su familia y amigos su intención de realizar ese viaje, no faltó quienes le auguraron un posible fracaso y le vaticinaron que sólo llegaría hasta sitios relativamente cercanos a la capital argentina. En las notas que hizo acerca de este viaje expresó: “Cuando salía de Buenos Aires, la noche del 1 de enero de 1950, iba lleno de dudas sobre la potencialidad de la máquina que llevaba y con la sola esperanza de llegar pronto y bien a Pilar, fin de la jornada, según decían algunas bien intencionadas lenguas de mi casa, y luego a Pergamino, otro de los puntos finales que se me ponían.”
Pero, relativamente pronto, Ernesto logra vencer lo que sería la primera meta en su trayectoria por su país natal.
“Cuando pasé por Pilar, sentí ya la primera alegría del triunfador.”
Ernesto atraviesa inicialmente la parte norte de la provincia de Buenos Aires y la sur de la de Santa Fe. Llega después a la ciudad de Córdoba y se hospeda en la casa de la familia Granado, con la cual había tenido relaciones desde 1942.
Tras unos días de ocio visita la zona de Tanti, donde contempla el espectáculo de la caída de los Chorrillos en las sierras cordobesas. Allí vive una singular experiencia: “Fue en esta zona, sobre la cascada, donde hice mis primeras armas en alpinismo. Se me había metido entre ceja y ceja bajar el chorrillo por la cascada, pero tuve que desistir e hincar el descenso por una cortada a pique, la más difícil que encontré, para sacarme el gusto. Cuando iba a mitad del recorrido, me falló una piedra y rodé unos 10 metros en medio de una avalancha de piedras y cascotes que caían conmigo”
Explica que cuando logró estabilizarse, tuvo que iniciar el ascenso porque le era imposible bajar más. Y agregó: “Allí aprendí la ley primera del alpinismo. Es más fácil subir que bajar.”
Ernesto continúa posteriormente el viaje hacia San Francisco del Chañar, donde Alberto Granado trabajaba en un leprosorio. Unos días después visita la provincia de Santiago del Estero y prosigue de inmediato su recorrido en dirección a Tucumán.
Disfruta a plenitud del paisaje que contemplan sus ojos Manifiesta.
“El camino a la salida de Tucumán es una de las cosas más bonitas del norte argentino. Sobre unos 20 kilómetros de buen pavimento se desarrolla a los costados una vegetación lujuriosa, una especie de selva tropical al alcance del turista, con multitud de arroyitos y un ambiente de humedad que le confiere el aspecto de una película de la selva amazónica.”
Y en relación con lo reflejado en un diario de Tucumán, también Ernesto comenta en sus notas de viaje: “Allí se me hizo el primer reportaje de mi vida para un diario de Tucumán y el autor fue un señor Santillán que me conoció en la primera parada que hice en la ciudad...”
Después prosigue el viaje hacia la provincia de Salta. Atraviesa las altas montañas que se suceden hasta llegar a los contrafuertes de la cordillera de Los Andes. Comenta: “Entramos en plena zona montañosa y a la vuelta de cada curva algo nuevo nos maravilla. Ya cerca de Lobería tengo oportunidad de admirar uno de los paisajes más bonitos de la ruta: al borde del camino hay una especie de puente de ferrocarril, sostenido sólo por los tirantes, y debajo del cual corre el río Juramento. La orilla está llena de piedras de todos los colores y las grisáceas aguas del río corren turbulentas entre escarpadas orillas de magnífica vegetación. Me quedo un rato mirando el agua...”
De Salta viaja seguidamente a Jujuy, provincia del noroeste argentino que forma parte de la región de Puna, altiplano andino cerrado por cadenas montañosas que sobrepasan al oeste los cinco mil metros de altura.
“Hastiado de tanta belleza, como en una indigestión de bombones, precisa, llego a la ciudad de Jujuy, molido por dentro y por fuera y deseoso de conocer el valor de la hospitalidad de esta provincia, ¿qué mejor ocasión que este viaje para conocer los hospitales del país?”
Retorna el propio día a Salta y visita también el hospital de esa ciudad. Más adelante atraviesa los territorios de las provincias Catamarca y La Rioja. Llega a la ciudad de San Juan, capital de la provincia de similar nombre y ya de retorno hacia la capital argentina pasa por el sur de la provincia de San Luis y la zona norte de la de Buenos Aires.
En total, el joven Ernesto recorrería alrededor de 4 500 kilómetros. Su foto fue después publicada por la revista “El Fígaro”, a instancia de la firma comercial del motor que utilizó en su bicicleta.
Este gran recorrido que hiciera por la zona norte de su país natal, no fue para él un simple viaje turístico sino que en correspondencia con su sensibilidad, apreció la realidad existente en los sitios y ciudades que visitó y, por ende, vio más allá de lo que normalmente se refleja en las postales de carácter turístico.
Precisamente, en las anotaciones que hiciera de este viaje, dijo que no se nutría con las mismas formas que los turistas y por eso había visitado hospitales y otros lugares para conocer la situación del pueblo.
Y al establecer un contraste entre la propaganda turística y la realidad observada por él, manifestó: “No, no se conoce así un pueblo, una forma y una interpretación de la vida, aquello es la lujosa cubierta, pero su alma está reflejada en los enfermos en los hospitales, los asilados en la comisaría ó el peatón ansioso con quién se intima, mientras el Río Grande muestra su crecido cauce turbulento por debajo.”
[Radio Rebelde]
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